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Dedicatoria

Ayer se publicó por fin mi tercer eLibro: Cerati Eterno en iTunes y en Amazon

Pasé bastante tiempo escribiendo, reescribiendo y puliendo la primera parte, que es emotiva y subjetiva.  

Luego le dediqué largas horas de investigación y escucha a la segunda parte, que es una reconstrucción de la vida del músico siguiendo la pista de sus obras y nada más.    Afuera se quedó todo lo relacionado con la farándula y con la trivia de sus relaciones amorosas.  Nada de chismes.  Decidí ni siquiera nombrar a la modelo que lo acompañaba pocos días antes del accidente cerebrovascular.  Tampoco hay nada acerca de su primer matrimonio, ni de los vínculos de faldas que podrían o no existir en torno a la reunión de Soda Stereo en 2007.  Me enfoqué exclusivamente en los personajes de la historia que pasaron por el espectro sonoro de la música de Gustavo Cerati. 

Y allí esta justamente mi conflicto. En esa decisión intenté privilegiar la música y el respeto por la vida privada del músico.   Por eso, al final, tampoco puse la dedicatoria que yo como autor habría querido al comienzo del libro.  No mencioné a las personas valiosas e importantes para mi.  Y no sé si hice bien o no. Quizás exageré en la noción del respeto al proteger los aspectos privados de la vida de Gustavo y de la mía propia. 

Me habría encantado devolver el gesto noble y generoso de mi esposa, que me nombró al comienzo de su libro sobre gimnasia cerebral. Y me avergüenzo de dejarlo pendiente sólo porque estaremos juntos hasta el final de la vida.  O de no dedicarle a mi hija el texto que tantas horas me impidió jugar con ella con toda la atención que merece. 

Sé que puse al final del libro una lista de fuentes y agradecimientos a personas que contribuyeron para el desarrollo de la investigación. Pero me quedaron faltando todos los agradecimientos de puro afecto:

A Héctor Mora, que con una llamada me puso a girar los engranajes mentales que derivaron en el libro. A Nonó, que seguramente fue la mariposa que batió sus alas en China para que yo escribiera. 

A Ricardo Coredor, que con dos preguntas me apuntó un jaque mental sobre mi oficio, justo en frente de un postre en Catagena.   A Juan Carlos Garay que me alumbró el camino de la literatura musical y a Juan Carlos Arteaga que en mi cabeza sirvió de modelo para el retrato.  A Umberto Pérez y Andrés Wolf que me estimulan ideas a partir de fotos insospechadas y textos musicales de integridad manifiesta. A Daniel Bonilla que puso en un diván a mi primer texto. A Jose Baquero y José Pablo Barcenas que me recuerdan constantemente mi compromiso original de idealismo y honestidad con mis creencias.  A Ariel Acri que me conectó con la Argentina generosa y sonriente.  A Leo Rearte y a Sebastián Galeazzi que estuvieron justo cuando los necesité. A Yazmín y José Barrios que me dieron una nueva perspectiva desde México. A José Enrique, Pepe, Owai, que me abrió los ojos a las aristas y vértices de la recopilación discográfica. A Ernesto Bañuelos que me mantuvo pensando en modo eBook. A Emilio Cano que atizó el fuego en la forja tipográfica.  A Fernando Escobar y Álvaro Ospina que me recuerdan que aún puedo soñar y ser lo que sueño. A Camilo Rueda López que me demostró que la bondad y empatía no tienen nacionalidad ni fronteras. Y a Juan Carlos Ortíz que me dio mil ejemplos de vida, me abrió la puerta del rock argentino y la de los libros electrónicos. 

Y a Gustavo Cerati, que sin conocerme me dio letra y música. 

Félix. 
Bogotá, 5 de diciembre de 2014. 



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